Una
entrevista de trabajo se convierte en un momento decisivo dentro del proceso de
selección de un candidato. Se puede extraer una gran cantidad de información
fruto de la observación de los gestos y actitudes. La situación de tensión hace
bajar la guardia, y se queda al descubierto el estado de ánimo en el que nos
encontramos. Estos son las cinco señales inequívocas (y más comunes) de que se
está pasando un mal rato.
1. Tocarse el pelo, la nariz, la cara. La
inquietud no nos deja estar en una posición relajada. Esa incomodidad que
produce el ser juzgado, pensar que no se está a la altura de las expectativas o
querer ser el candidato perfecto, lleva a hacer multitud de movimientos que
emborronan nuestro discurso. Tocarse el pelo, morderse el interior de los
carrillos, jugar con las manos…
2. Dificultad para contactar con la mirada. Uno de
los principales síntomas de nerviosismo es el evitar el contacto con la mirada.
Los ojos son las ventanas del alma. Esto que parece tan cursi encierra mucha
verdad. Es muy difícil no decir la verdad con los ojos. Cuando se quiere ocultar una emoción (enfado, inquietud, sobrecogimiento,…)
se evita el contacto visual con el interlocutor para que la mirada no nos
delate.
3. Postura corporal. Los hombros hacia delante los brazos
escondidos o cruzados formando un parapeto señalan la incomodidad ante la situación.
También puede leerse, de forma inconsciente, que existe mucha reticencia y que
se trata de una persona
de difícil acceso o
excesivamente tímida. El tipo de puesto dirá si esta actitud tiene o no
importancia.
4. Tono de voz. Hablar
demasiado rápido puede denotar tanto ansiedad por acabar como falta de escucha
hacia el interlocutor. Este último aspecto es considerado muy negativo. Dar excesivos rodeos para explicar indica que se está
teniendo dificultad para centrarse motivado por los nervios. Pero también puede
dar la sensación de falta de sinceridad o que no se es una persona clara.
Hablar muy bajo o tartamudear manifiesta inseguridad o elevar en exceso el tono
de voz señala alteración.
5. Sudoración, sequedad en la boca y rubor. El estrés y la ansiedad provoca la liberación
de adrenalina, y este proceso es el responsable de una excesiva sudoración. Tanto sudar como sonrojarse es
algo que es difícil de evitar. Hay que tratar de no centrarse en que eso está
ocurriendo, y simplemente saber dejarlo pasar. Pero también se puede poner
solución antes, evitando llevar ropa muy clara donde puedan verse cercos de
sudor o dejar que el rubor desaparezca sin dar demasiada importancia.
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