En los países nórdicos a las 17.00 horas se apagan las luces de
la oficina. Si alguno de los empleados sigue ocupando su silla, debe tener un
motivo de peso. La jornada laboral está programada para trabajar de forma
intensiva y obtener a cambio un equilibrio entre la vida personal y la
profesional. En España ya se han empezado a instaurar los horarios flexibles,
que dan un margen de varias horas tanto en la entrada como en la salida,
también funciona el trabajo a tiempo parcial o el remoto desde casa. Pero a
diferencia de lo que sucede en países como Noruega, se sigue valorando el
presentismo. Pasar largas horas frente al ordenador está bien visto.
Uno de los retos en España es conseguir que las compañías
implanten “horarios racionales”, que implican flexibilidad en el acceso y la
salida, un máximo de 45 minutos para comer y que la jornada no finalice más
tarde de las 17 horas, defiende Ignacio Buqueras, presidente de la Comisión Nacional para la Racionalización de los Horarios
Españoles. Estas medidas aumentan la productividad entre un 11 y un
15% y reducen considerablemente los gastos de las empresas (entre ellos el
energético), según las estimaciones de este organismo. “El presentismo está muy
arraigado a nuestra concepción del trabajo. Es un gran error y debería ser
reemplazado por prácticas que promuevan la eficiencia”, destaca.
En España compañías como Iberdrola han dado un paso al frente en cuanto a la racionalización de horarios. En 2008 acordó con su
plantilla, unos 9.000 trabajadores, universalizar la jornada intensiva y
trabajar de 7.15 a 14.50 con 45 minutos de flexibilidad a la hora de entrar o
salir. Según datos de la propia empresa, han mejorado la
productividad; ganado más de medio millón de horas de trabajo al año; reducido
en un 20% el absentismo y un 16% los accidentes laborales.
Otras más pequeñas, como Grupo17(1.000
trabajores), dedicada a la prevención de riesgos laborales, también se han
puesto las pilas. Hace cuatro años establecieron para algunos de sus empleados
el teletrabajo, disponen de una hora para comer y de 45 minutos de margen tanto
a la entrada como a la salida. A las 18 horas todos están fuera. La
productividad de los empleados ha aumentado un 30%. “Los trabajadores saben que
pueden contar con la empresa. Les escuchamos y si tienen motivos para llegar
dos horas más tarde, no les pedimos justificantes”, explica María Jiménez,
gerente del grupo.
En compañías como la consultora tecnológica Neoris, con más de 3.500 empleados en todo el mundo
(750 en España), los horarios no son fijos; ya hace tiempo que se mide a los
trabajadores por objetivos. “Hay muchas empresas en las que nadie ficha.
Importan los resultados y se incentiva la autogestión”, asegura el
vicepresidente de la compañía en Europa, Oriente Próximo y África, Pedro Irujo.
Ahora están volcados en el “bienestar” de su plantilla y les pasan encuestas
para medir su grado de satisfacción con los jefes, la luminosidad de sus
lugares de trabajo, el ruido o el salario. Su intención es que sus empleados
sientan que se preocupan por ellos. “Ya lo dijo Napoleón, un soldado motivado
vale por tres”, añade Irujo.
Además, han contratado una serie de servicios para “hacerles la
vida más fácil”, como uno de lavandería en la misma sede, o los conocidos
tiques guardería o restaurante, con los que la empresa paga en especies y los
trabajadores tributan menos IRPF. “Programamos actividades fuera de la oficina
como carreras para fomentar el team building(trabajo
en equipo). En el ambiente laboral se está más cohibido. Al salir, se habla de
otros temas, se crea compañerismo y se confía”. No hay retorno económico. “Es
una inversión en la felicidad de los trabajadores”, zanja.
BUENAS
PRÁCTICAS PARA LA CONCILIACIÓN:
1.
Promover
horarios inteligentes. Reducir los
periodos de descanso (desayuno, almuerzo y comida) y adelantar el final de la
jornada. Flexibilizar el horario de entrada y salida e implantar jornadas
intensivas.
2.
Formar
a los directivos en liderazgo flexible. El directivo líder inspira confianza y
construye vínculos fuertes y estables con la gente de la empresa. Lidera una
cultura empresarial que tiene en cuenta el bienestar de las personas.
3.
Potenciar el talento de las mujeres. "El mundo
empresarial está dominado por valores masculinos y una visión rígida y
cortoplacista de la empresa. Es necesario valorar la incorporación de la mujer
a puestos directivos”, señala Esther Jiménez, investigadora del Centro
Internacional Trabajo y Familia de IESE Business School. “La mujer es más dada
al trabajo en equipo, utiliza más el lado derecho del cerebro y por lo tanto
tiene mayor capacidad de conexión con las emociones. El hombre utiliza más el
izquierdo y es más sistemático”, explica en relación al libro Cerebro de mujer y cerebro de varón, de NataliaLópez
Moratalla, catedrática de la Universidad de Navarra.
4.
Armonizar los horarios españoles
con los de los países europeos.
5.
Conceder
ayudas para guarderías.
Estos consejos han sido
proporcionados por Esther Jiménez, investigadora del Centro Internacional
Trabajo y Familia de IESE Business School.
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